lunes, 14 de marzo de 2011

LA DOCTRINA MERCANTILISTA

LA DOCTRINA MERCANTILISTA

El punto central de la doctrina mercantilista fue la consideración del oro y la plata como la única materialización de la riqueza. Al menos al principio, ni las tierras, ni los ganados, ni los productos de la tierra, ni los bienes artesanales, ni tan siquiera otros bienes minerales obtenidos también de la tierra como el hierro o el cobre fueron objeto de estudio de los mercantilistas. Hacia el final de la era mercantil los distintos autores empezaron a ampliar la exigua lista de bienes que integran la riqueza. Tampoco entraron dentro de la consideración de los autores mercantilistas ni la producción (excepto la del oro y la plata) ni la distribución de lo producido entre los distintos estamentos sociales.

El mercantilismo nació hacia fines del XV al calor de tres acontecimientos históricos fundamentales que se habían desarrollado en los siglos anteriores:
• el crecimiento del comercio desde fines del siglo XI en el norte de Italia y la provisión de especias del sudeste asiático a través del mundo árabe y persa. Posteriormente se empezaron a celebrar esos grandes acontecimientos comerciales que eran las ferias. La creación de la letra de cambio, del aval, del fideicomiso, de los primeros bancos comerciales, etc., coadyuvaron en ese proceso.
• la circunnavegación de África por los portugueses para evitar la ruta arabopérsica. En 1498 Vasco da Gama llegó a la India tras rodear África.
• El mal llamado "descubrimiento" de América por Cristóbal Colón, que a los pocos decenios del mismo, empezaba a inundar Europa con metales preciosos.
• Los avances en la construcción de naves (galeras, galeones, carabelas) permitió alejarse cada vez más de Europa. Hasta entonces los navíos, que eran de pequeño tamaño, solo permitían navegar cerca de la costa, es decir, cruzar el Mediterráneo y navegar por las aguas del Océano Atlántico que bañan las costas europeas, y por los mares interiores del Norte y Báltico.
Obviamente el más influyente de estos tres episodios fue el último, ya que la riada de metales preciosos fue la que hizo observar la importancia de los mismos y la influencia de su cantidad sobre los precios.

Paralelamente a ese desarrollo del comercio, empieza el ascenso de la clase de los comerciantes, quienes van adquiriendo más influencia sobre los soberanos. Este proceso va íntimamente unido al incremento de las deudas de los Estados contraídas con una clase especial de comerciantes, los comerciantes del dinero, llamada banqueros. Los países desarrollan un afán de guerras, mutando las alianzas de un año para otro como si de una edición antigua de 1984 de George Orwell se tratara. Desaparecidos los portugueses del mapa de las grandes potencias europeas, (los pobres portugueses se dedicaban únicamente a comerciar mientras las demás potencias enviaban a sus mejores hombres a morir como soldados) y con una Alemania dividida en numerosos principados y ducados independientes, los tres grandes países militares de la época (España, Francia e Inglaterra) se disputan el dominio de los mares y los océanos (de la mar océana como se decía entonces). El centro del mundo occidental pasa del Mediterráneo al Atlántico.

Durante la mayor parte del siglo XVI la mayor parte de las mercancías transportadas del nuevo continente al viejo fueron metales preciosos, en una proporción que oscilaba entre el 80 y el 97%. Esta inmensa afluencia de metales, excepto un pequeño porcentaje para uso privado, era obligatoriamente acuñado y enviado al centro de Europa para pagar las numerosas guerras de Felipe II y las mercancías que España importaba. Los pertrechos y alimentos de los soldados españoles en Europa eran suministrados por los naturales del país, por lo que ni siquiera creaban demanda en España, ya que el país solo hacía de puente para la plata y el oro americanos. Durante aquellos años la guerra era la principal ocupación de los gobernantes españoles, y los gastos militares ocupaban la mayor parte de los gastos de España (alrededor de las dos terceras partes). Se podría decir que los reyes de la época solo estaban interesados en la expansión territorial y las guerras, que para financiar esta política bélica necesitaban mucho oro y plata y que, el mercantilismo era la (permítaseme la expresión) ideología económica que justificaba dicha política.

El resultado de este aumento de la acuñación de metales preciosos fue el incremento de los precios. En el siglo XVI, la Escuela de Salamanca y principalmente, Martín de Azpilicueta (1493 - 1586), Luis de Alcalá y Luis de Molina (1535 - 1600) descubrieron esta relación. Interesado por el efecto de los metales preciosos que llegaban de América, Martín de Azpilcueta constató el hecho de que en los países en los que éstos eran escasos los precios de los bienes son inferiores a los países con abundancia de estos metales. El metal precioso, como una mercancía más, tiene menos valor adquisitivo cuanto más abundante sea. Desarrolló así una teoría del valor-escasez precursora de la teoría cuantitativa del dinero, adelantándose en más de una década a Jean Bodin. Pero esa es otra historia que relataremos posteriormente cuando lleguemos a la Escuela de Salamanca. Lo único que importa aquí es mencionar que se produjo esa relación positiva entre emisión monetaria y nivel de precios. Y señalar, para advertencia del lector apresurado, que nada tiene que ver con Nicolás de Oresme, la ley de Gresham y el envilecimiento de la moneda. Aquí el aumento de los precios no está causado por el envilecimiento de la moneda. sino por la abundancia de dinero. Es lo que se llamó la Revolución de los Precios, un fenómeno que no se había registrado hasta entonces, pues la producción de oro y plata siempre estuvo limitada en el Mediterráneo, en Europa y Asia. En el siglo XVI los precios se quintuplicaron, y en Inglaterra un 250% desde mediados del siglo XV a fines del XVI. Esta inflación se consideraba baja comparada con la de la segunda mitad del siglo XX, donde los precios en algunos países escalaron 200 a 1 en 50 años comparado con el 5 a 1 del siglo XVI en Andalucía. Se menciona que el aumento promedio de los precios fue del 1,2% anual. Así pues, hoy se consideraría un período de estabilidad de precios. Por ello, esta inflación baja, pero inflación al fin y al cabo, animó la economía de los países que la experimentaron. Sin embargo, en España, donde la inflación fue mayor que en el resto de Europa, provocó una perdida de competitividad por la diferencia de precios. Se estima que esa pérdida de competitividad habría arruinado la producción lanera de Castilla, frente a otros productores de fuera de la península ibérica que podía producir a menor precio.

El mercantilismo supuso olvidarse de una ver por todas de los prejuicios sobre el comercio y los préstamos a interés que, desde Aristóteles hasta Santo Tomás de Aquino pasando por la patrística se había mantenido durante 19 siglos. Los comerciantes eran más acomodaticios en temas de conciencia, y la irrupción del luteranismo, del calvinismo y el puritanismo acabaron de rematarlos.

Durante aquellos siglos no se pagaban salarios propiamente dichos. Por ejemplo, si se importaba seda de oriente, para hacer los vestidos se entregaba la materia prima a una familia o varias de agricultores y se acordaba un precio por el conjunto del trabajo a realizar. Esta modalidad se llamaba trabajo a domicilio y perduró durante varios siglos. Incluso convivió durante varias décadas con el capitalismo. En realidad no desapareció nunca. Durante décadas la industria juguetera y del calzado de Alicante (España) mandaba las piezas a domicilios para ser montadas o elaboradas. Precisamente eran mandadas las elaboraciones que precisaban de más mano de obra. Y todo en la economía en negro, sin factura ni IVA. Volviendo a la historia, el trabajo a domicilio era realizado no bajo la disciplina industrial de un capataz o, en su caso, el dueño de la fábrica, sino al libre albedrío de la familia. Como muchas veces estos trabajos eran realizados por familias campesinas en las épocas del año de menor actividad agrícola, como por ejemplo el invierno, y los ingresos eran considerados como accesorios. a la actividad principal, la producción era interrumpida varias veces al año. Por ese motivo no había nacido aún el trabajo asalariado (no nacería hasta la Revolución Industrial) y el tema de la determinación del sueldo (distribución de los ingresos nacionales entre las distintas clases sociales) no era tratado por los mercantilistas. No llegaría hasta más tarde, en el siglo XVIII.

El mercantilismo se basó en una creencia bastante estúpida por cierto, la identificación de la riqueza con el oro y la plata. Los metales preciosos constituía la riqueza y la riqueza eran los metales preciosos. Más que una igualdad, para los mercantilistas era una identidad. Después esta afirmación se matizaría con los últimos autores mercantilistas. Sobre ese única y pobre (además de falsa) identidad se fundamentó todo un plan de acción de los teóricos mercantilistas que se limitaban a justificar la acción del Estado. Esta acción estaba dirigida a:
1. Conseguir oro y plata por el medio más obvio: buscarlo bajo tierra y extraerlo a la superficie.
2. Si no era posible aplicar el método anterior (en realidad solo España podía hacerlo), las naciones que carecían de minas de oro y plata tenían que favorecer las exportaciones y dificultar las importaciones, o sea, obtener superávit comercial. Esto obligaba a adoptar un proteccionismo económico basado en aranceles a las importaciones y promoción de las exportaciones.
3. Frente al liberalismo económico posterior de fines del XVIII y el XIX que consideraba la riqueza como un bien precioso para el individuo (para el que la conseguía, claro está), el mercantilismo consideraba la riqueza como un instrumento del estado para conseguir otros fines, especialmente la expansión territorial mediante guerras y conquistas.
4. A los autores mercantilistas ni se les pasaba por la cabeza considerar la libre competencia. Claramente su opción era el monopolio concedido por decisión estatal.

El mercantilismo no tenía una cabeza visible como Aristóteles y Santo Tomás de Aquino lo fueron en sus respectivos tiempos., o como lo serían Adam Smith, David Ricardo, Marx o Keynes posteriormente. La dispersión de autores y la producción bibliográfica fue enorme en comparación con los siglos anteriores. El invento de la imprenta de Johannes Gutenberg llevó a que los mercantilistas publicaran muchos libros, la inmensa mayoría de pocas páginas más con la idea de la difusión de las ideas de los autores más destacados que de una verdadera investigación.

"El mercantilismo era cualquier cosa menos un 'sistema'; fue fundamentalmente el producto mental de los estadistas, los funcionarios públicos y los líderes financieros y comerciales de la época" [Alexander Gray, The development of economic doctrine, Londres, Longmans Green, 1948, pág. 74, citado en John Kenneth Galbraith, Economics in Perspective. A Critical History, cuyo título fue estúpidamente traducido al español como Historia de la economía, pág. 43]. Así pues, la ideología mercantilista estuvo muy pegada al poder real.

El "sistema mercantilista", tal como lo llamó Adam Smith, no fue uniforme, no fue una escuela de pensamiento económico propiamente dicha, carecía de unidad, y además fue evolucionando y de alguna manera "desnaturalizándose" al aceptar la ruptura parcial o total de algunos de sus principios. El mercantilismo "primitivo" (arcaico como dice Wikipedia) o bullonismo (también conocido como "metalismo") fue el que prácticamente identificaba riqueza con metales preciosos. En un principio nació en España, donde se intentaba reglamentar y dificultar las exportaciones de metales preciosos americanos para evitar su salida del país. Con ello se produjo la llamada Revolución de los Precios. El bullionismo español se denominó arbritismo. Este bullionismo (del inglés bullion, que significa lingote) tiene, en realidad, una razón de ser. El primer estado bullionista sería España, quién necesitaba ingentes cantidades de oro y plata para pagar los ejércitos, tanto su mantenimiento y la compra de pertrechos como a sus soldados, que eran todos mercenarios. España no solo mantenía la conquista de gran parte del continente americano, sino que además dominaba sobre gran parte de Europa occidental. Felipe II reinaba sobre la mitad sur de la bota italiana, los países bajos y burgundia.

Pero poco a poco se fueron viendo las dificultades de una ideología tan estrecha y limitada. Las naciones que no tenían minas de oro o plata conseguían los metales preciosos mediante el comercio internacional.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) incluye dos definiciones para la palabra mercantilismo:

1. Espíritu mercantil aplicado a las cosas que no deben ser objeto de comercio;
2. Sistema económico que atiende en primer término al desarrollo del comercio, principalmente al de exportación, y considera la posesión de metales preciosos como signo característico de riqueza.

En esta sencilla explicación (me refiero a la segunda acepción) ya están indicadas dos de las características principales del mercantilismo: el mercantilismo busca la promoción del comercio de exportación e identifica riqueza con metales preciosos.

El mercantilismo surgió en el siglo XVI y duró hasta mediados del XVIII, unos doscientos años y pico, aunque en Alemania y el este de Europa no llegó a existir, ya que esos países pasaron directamente de un feudalismo tardío y monetarizado (las Rentas de la tierra se pagaba en dinero y no en especie) y, por lo tanto, también mercantilizado, a la industrialización (especialmente Alemania). Fue a la vez un movimiento teórico y práctico, es decir, al mismo tiempo que se desarrollaba el "sistema mercantil" tal como lo llamó Adam Smith, se desarrolló su razonamiento. En esto y en su duración fue algo único. El liberalismo económico de Adam Smith y David Ricardo llamado Escuela Clásica, abogaban por la abolición (o al menos la reforma) de leyes como la de granos y la de pobres. Pasaron bastantes años hasta que lo consiguieron. De hecho Smith ya había muerto. En el mercantilismo no ocurrió algo parecido. Las prácticas mercantilistas nacieron en los despachos del poder de España, Francia e Inglaterra al mismo tiempo que los libros que propugnaban estas prácticas eran enviados a la imprenta.

El mercantilismo nació con la aparición de los estados nacionales. En España, el rey "mercantilista" por antonomasia fue Felipe II. Mientras su padre Carlos Primero de España y Quinto de Alemania, tal como nos enseñaron en el instituto (en realidad fue el emperador Carlos V del Sacro Imperio Románico Germánico) fue y gobernó como emperador, Felipe II gobernó su propio imperio (el español) como un rey nacional, y convirtió a España, y principalmente a Castilla en el centro del imperio. Su administración estuvo localizada en Madrid. Felipe II no visitó apenas sus territorios de fuera de la península y los administró a través de oficiales y virreyes quizá porque temía caer en el error de su padre, Carlos I, ausente de España durante los años de las rebeliones comuneras; quizá porque, a diferencia de su padre (que aprendió muy mayor el castellano) Felipe II se sentía profundamente español. Convirtió España en el primer reino moderno, realizó reformas hidráulicas (presa del Monnegre) y una reforma de la red de caminos, con posadas, con una administración (y una burocracia) desconocida hasta entonces, los administrativos de Felipe II solían tener estudios universitarios, principalmente de las universidades de Alcalá y Salamanca, la nobleza también ocupaba puestos, aunque en menor cantidad. Desarrolló mucho los ejércitos: creó la primera infantería de marina del mundo, la Armada Invencible, los tercios, creó muchas armas y tuvo los mejores generales; gastó enormes cantidades de dinero para crear y extender una red de espionaje, la mejor de su época, aplicando la tinta invisible y la escritura microscópica; Felipe II se comunicaba casi diariamente con sus embajadores, virreyes y oficiales repartidos por el imperio mediante un sistema de mensajeros que tardaba menos de tres días en llegar a cualquier parte de la península o unos ocho días en llegar a los Países Bajos; en 1567 reunió los documentos del estado de Aragón, Castilla e Italia en el castillo de Simancas, creando uno de los mayores archivos nacionales de su tiempo; Felipe II gustaba de contar con la opinión de un grupo selecto de consejeros; Felipe II desarrolló el gobierno mediante Consejos instaurado por su padre, y seguía siendo la columna vertebral de su manera de dirigir el estado. Aquí vemos ya una estructura estatal.

En cuanto a la situación económica, Felipe II fue el rey de su época que contó con más ingresos. Heredó de su padre una deuda de 20 millones de ducados, pero dejó a su sucesor 100 millones de deuda. Declaró tres bancarrotas y renegoció y reestructuró la deuda con sus acreedores convirtiendo la deuda a corto a largo plazo, emitiendo juros, como se llamaba entonces a los bonos. Pero la causa de esta deuda no fue los escasos fondos, ya que aumentó los impuestos existentes y creó varios impuestos nuevos. Esto no fue suficiente. Las aventuras militares de rey español llevó al Estado a la ruina. En los últimos años de su reinado aumentó tanto los impuestos que arruinó a las ciudades y al campo.

Lo más importante aquí es, además de los avatares de la política diaria, ver unas pocas pautas que se repetirán en los demás estados nacionales:

1. aumento del poder real y paralela disminución de poder nobiliario. Solo compartió el poder con las varias Asambleas, como las Cortes de Aragón o de Castilla, a las que solo convocaba para pedir dinero;
2. creó toda una infraestructura estatal con diversos fines políticos;
3. intervino o desató muchas guerras;
4. no tuvo problemas para endeudarse, a pesar de la posición de la Iglesia sobre la usura;
5. a pesar de denominarse el "rey católico", restó poder a la Iglesia y
6. durante su mandato, entró gran cantidad de oro y plata procedente del Nuevo Mundo, lo que daría lugar a la aparición del mercantilismo español.

Wikipedia en español dice sobre el mercantilismo que se caracterizó por una fuerte injerencia del Estado en la economía, y remite a un enlace sobre el intervencionismo estatal, pero el enlace no aclara mucho. Hasta el siglo XVI prácticamente no había estado. Habían leyes y gentes que las hacían aplicar (jueces). A finales del siglo XV y principios del XVI nacen algunos de los Estados europeos. Anteriormente, la nobleza terrateniente tenía la mala costumbre de, cuando les venía en gana, desafiar y guerrear contra su rey. De ahí viene la famosa y triste lista de los reyes godos, ya que el lucir una corona era una invitación a ser degollado por un hermano, primo, un hijo o un noble cualquiera. Así por ejemplo, en el reino arriano de Tolosa, en el año 415 hubieron tres reyes: Ataúlfo (410 - 415), que fue asesinado; Sigerico (415), quién gobernó solo durante 7 días, pero le alcanzó el tiempo para mandar matar a los seis hijos de su antecesor y atacó sin piedad a Gala Placidia, viuda de Ataúlfo, y que fue asesinado por los partidarios de Ataúlfo; y Walla (415 - 418), que según parece murió de muerte natural. Comparemos esto con Felipe II, que fue rey de España desde 1556 hasta su muerte (natural) en 1598, es decir, 42 años.

Se podría decir que este ejemplo está muy pillado por los pelos, porque los pueblos germánicos tenían por costumbre elegir a sus reyes democráticamente de entre ellos y que el rey no era más que un primus inter pares, un primero entre iguales. También se podía argumentar que entonces era el imperio romano y no la época medieval. Pues pongamos otro ejemplo: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid campeador, que pese a no ser ni noble con título (solo era caballero, es decir, de alta cuna, hijo de un infanzón), desafió y traicionó dos veces a su rey, Alfonso VI y fue desterrado la segunda vez. Tras conquistar diversas plazas del Levante español, conquistó Valencia el 17 de junio de 1094.

Un rey muy anterior a Felipe II de España que reforzó el poder real fue Felipe IV de Francia, llamado el Justo (1268 - 1314). Reforzó el poder de la monarquía a cualquier coste, creó una burocracia profesional de juristas, expulso a los judíos de sus territorios, envileció la moneda, movió el Papado desde Roma hasta Avignone y nombró papa a Raymond Bretrand de Got a la sazón arzobispo de Bourdeaux como Clemente V. Con la colaboración del Papa títere, arrestó a los caballeros templarios reunidos en París por el pontífice mediante un engaño y los liquidó a todos, mediante acusaciones de herejías, apostasía, idolatría, de escupir en la cruz, homosexualidad, rituales obscenos, corrupción, secretismo y fraude. Los que sobrevivieron a las matanzas fueron torturados y muchos confesaron sus "pecados". Con ello se apropió de todos los bienes de los Templarios. Acuciado por sus enormes gastos militares, impuso impuestos a la feria de Champagne. Peleó con el rey inglés Eduard I y le arrebató Normandía.

Pero lo más innovador de Felipe IV el Justo es que inauguró el sistema de tributación regular en Francia. Antes de él, no hubieron impuestos regulares. ni en Francia ni en ningún lugar del mundo. En la época medieval los impuestos estaban constreñidos por la institución de la propiedad privada. Antes de él, los ingresos reales provenían de las rentas de sus propiedades, derechos reales y peajes, que eran tasas y no impuestos. En el caso de necesidades financieras improvistas, generalmente por guerras, el rey podía, además de requerir ayuda en armas invocando el derecho real de ayuda feudal, pedir subvenciones a sus vasallos. Pero esa ayuda financiera se pedía, más que exigirla. Pero ay del noble que se la negara; si su rey resultaba vencedor, seguro que la venganza sería dura. Pero al instaurar impuestos regulares recaudados por funcionarios públicos llamados recaudadores, Felipe IV de Francia se saltó el poder de los nobles en sus feudos y obtuvo sus ingresos extrayéndolos directamente de los campesinos y artesanos. Como en aquella época los campesinos aún estaban en una economía no monetizada e intercambiaban sus bienes sin usar el dinero, la exacción de impuestos monetarios supuso una doble carga sobre los campesinos, pues se veían obligados a vender una parte de sus cosechas a comerciantes. Se establecieron impuestos sobre todas las transacciones, pero especialmente sobre las bebidas (cerveza y vino), sobre la sal y la lana inglesa. Los nuevos impuestos, que nacieron como provisionales, se convirtieron en permanentes.

Así pues, frente a la dispersión del poder en los siglos anteriores, la época mercantilista se caracterizó por una concentración del poder en manos reales. Pero también por la intervención del naciente estado en la economía. De este modo y muy lentamente se pasa de la época medieval, dispersa y centrada en lo local, a la monarquía absoluta y centralizada. La aparición del mercantilismo estuvo muy vinculada al nuevo tipo de poder real, centralizado y autocrático, que necesitaba cada vez más de una creciente masa de funcionarios y de consejeros reales, que de alguna manera son el caldo de cultivo del mercantilismo.

sábado, 12 de marzo de 2011

TECNOLOGÍA MEDIEVAL Y CAMBIO SOCIAL, LYNN WHITE

Prefacio.

En el prefacio expone los objetivos principales de su trabajo:

1) Es un estudio acerca de la tecnología y el cambio social en la Edad Media europea, y que se centra en tres ámbitos: orígenes de la aristocracia secular; dinamismo del campesinado en la temprana Edad Media; por último esbozar el contexto tecnológico de la primera etapa del capitalismo en Europa

2) La clase de fuentes que han de utilizarse para el estudio de “sectores del pasado” no documentados.

3) Demostrar las influencias orientales en Europa que posibilitaron el desarrollo tecnológico.

El estribo, el combate con carga de caballería, el feudalismo y la caballería.

El caballo siempre se vio asociado desde la Antigüedad a la batalla, y suponía una ventaja para el guerrero que lo poseyese, el perfeccionamiento de las técnicas referentes al caballo supondrían cambios sociales y culturales grandes.
La aparición del estribo supone un antes y un después en el uso del caballo como elemento bélico. Antes de la aparición del estribo, el empleo y el manejo de la espada y la lanza quedaba en manos del equilibrio y la pericia del jinete, carente de un apoyo que le permitiese describir con perfección los movimientos que esas armas requerían. La aparición del estribo proporcionó un apoyo al jinete que le permitía no solo golpear a su enemigo con la fuerza de sus músculos, sino que lo hacía con toda la fuerza de su peso y el del animal.
Para el autor, la parición del estribo permitió de manera rápida, el combate con carga de caballería, una nueva y revolucionaria manera de combatir.

1- La teoría clásica de los orígenes del feudalismo y sus críticos.

El autor recoge una serie de tesis que han venido, desde 1887, teorizando acerca del surgimiento del feudalismo.
El primero de ellos es Brunner, que establece el origen del feudalismo en la asociación a la antigua costumbre de jurar lealtad a un jefe, de la concesión de una propiedad o beneficio. Esto justificaba la expropiación de tierras de la Iglesia por parte de Carlos Martel, (siglo VIII) para la entrega de ese beneficio al creciente cuerpo de caballería que se estaba formando, a raíz, también del paso de una infantería a pie a otra a caballo. Brunner pone como punto de inflexión para este proceso la batalla de Poitiers contra los árabes en el 732, que supuso un gran impulso para el desarrollo de esta caballería.
Las críticas a Brunner vinieron de los que negaban ese proceso de cambio de infantería a caballería con Cartel Martel, más bien estableciendo un proceso de cambio desde el fin del Imperio Romano hasta la época de Carlomagno. Además se añadía que siempre serían más numerosas las tropas de infantería.
White establece que el empleo de la caballería en los primeros siglos del cristianismo se bebió sobre todo a dos innovaciones que aportaron mayor efectividad en el guerrero montado. El primero fue la aparición de la silla de montar en el siglo I a.C., que permitió más estabilidad al jinete, no tanto en los laterales como el impedir que se cayese por la parte trasera del caballo. La segunda fue la aparición del “caballo pesado” (siglo I a.C.), antepasado de los actuales caballos, y que permitía el transporte de un soldado con armadura (también pesada).
También White hace referencia al uso de la caballería en el reino visigodo, y siguiendo a Claudio Sánchez Albornoz, se afirma que existía una tradición de caballería desde la época celtíbera, pero que no fue el arma principal de las huestes visigodas.
Brunner, afirma en su teoría que no se puede hablar de feudalismo como tal hasta mediados del siglo VIII, como también consideró Sánchez Albornoz en sus coloquios sobre “España y el Feudalismo Carolingio”. También hubo historiadores de las instituciones que intentaron afirmar que la asociación entre vasallaje y beneficio era anterior al siglo VIII, pero esta postura fue rebatida por los defensores de Brunner en el sentido de que no importa tanto cuando apareciera sino cuando se produjo su difusión realmente, y en esto parecen coincidir que fue en el VIII.
La polémica historiográfica llega más allá y se pregunta por qué Carlos Martel y sus sucesores confiscaron las tierras a la Iglesia, desafiándola, para poder entregar el beneficio a sus caballeros.
Esta cuestión vendría a desbaratar las tesis de Brunner, puesto que este ponía la batalla de Poitiers como punto de inflexión en el proceso de la creación de una caballería, al afirmar que Martel procuraba aprovisionarse de una ejercito de caballería, como método para poder contener a las caballerías musulmanes en su resistencia.
Esta apreciación para White es errónea, porque a lo largo de la historiografía se ha mitificado de laguna manera el alcance de dicha batalla, cuando hoy parece que ni el propio Carlos Martel le prestó demasiada importancia, y no concentró su poder contra el Islam hasta después de haber consolidado su propio reino. Así pues esto indica que no fue la batalla contra los musulmanes lo que provocó la confiscación de tierras y la aparición de una caballería. Además, en 1955, se estableció que la batalla de Poitiers no fue en el 732, sino en el 733, por lo que considerando que en el 732 Carlos Martel inicia la confiscación de tierras eclesiásticas, empezando por las del obispo de Orleáns, se puede asegurar que no fue el peligro musulmán lo que desencadenó una trasformación en las milicias francas, ni la introducción del feudalismo.
A este respecto, White va a hacer una última consideración, y es que Sánchez Albornoz ya afirmó que el desarrollo de la caballería en las tropas musulmanas de la Península Ibérica, no se produjo hasta la segunda mitad del siglo VIII, y de manera escasa, por lo que también es errónea esa concepción de Brunner acerca de los ejércitos musulmanes.
De esta manera no se puede considerar esa transformación de la caballería franca y del origen del feudalismo más que desde el punto de vista de la casualidad histórica o una exigencia no lacrada. Pero White introducirá, para explicar ese cambio, la irrupción de un nuevo elemento tecnológico: el estribo.

2. Origen y difusión del estribo.

Las primeras referencias que se tiene sobre el estribo aparecen en India en el siglo II a. C., donde se tiene constancia de un estribo de dedo gordo, que difícilmente pudo proliferar en las zonas frías, al tener que llevar el jinete el pie descubierto. Precisamente al noroeste de India, en la zona del actual Pakistán y Afganistán, las culturas allí residentes se esforzaron en encontrar soluciones para ese estribo de dedo gordo, utilizando una especie de gancho a modo de estribo, pero que por no permitir soltar el pie del jinete en caso de caída y consiguiente arrastre, tampoco dejó mucha huella.
Lo que se puede considerar como un estribo de pie provendría de China; en el siglo V d. C. tenemos las primeras menciones literarias del estribo, por lo que se podía conocer con anterioridad, teniendo testimonios gráficos a partir del siglo VI. A partir de ese siglo o antes se extenderían a Corea y Japón.
Otra problemática que se plantea es la dela difusión de estos estribos a las culturas de jinetes nómadas del Asía Central. La problemática viene por la inexactitud de las dataciones sobre elementos arqueológicos hallados en la zona. Por tanto White concluye que no se puede establecer la presencia del estribo en estas zonas antes del siglo V, ni después del VIII.
Para la zona del Irán, también hay problemática en torno a la datación de la aparición de los primeros estribos. Si bien los testimonios gráficos son escasos por la negativa de los musulmanes a representar la figura humana, los testimonios literarios son más abundantes. Para el siglo VII se estableció en esta literatura el uso del estribo de madera, pero White aclara que no será hasta el 694, fecha en la que los musulmanes entraron en el Irán, hasta cuando estos musulmanes conocieran el estribo, existente en la zona de Persia por los contactos con el Turquestan.
Esta proliferación del estribo por Asía Central, sería para White, la que llegaría a Occidente. El trasvase del estribo de Oriente a Occidente vendría a través de Bizancio, siendo en el Strategikon donde se hace referencia por vez primera al estribo en Bizancio. También hay controversia acerca de la fecha del Strategikón, ya que algunos lo fechan en el siglo VI, mientras White parece estar más de acuerdo con aquellos que la fechan en el siglo VIII. El autor también se refiere a quién introduciría los estribos en Bizancio, y si desde un principio se creyó en los ávaros, White aduce una serie acontecimientos, vínculos y fechas que le llevan a concluir que el estribo pasó a Bizancio en el siglo VIII. Después no se aclara de donde provendría.
Para el caso merovingio y de la Europa Central, el estribo también apareció en el silo VIII, pero hay también obstáculos para poder saber como fue la difusión y profusión del estribo en Occidente. Uno de esos obstáculos es la ausencia de pinturas de arte cristiano que reflejen de modo claro la realidad, ya que según el autor se basan más en modelos heredados de valor simbólico.
Pero la arqueología y no la historia del arte, dice White, es la que debe de fechar el inicio de la introducción del estribo en el reino merovingio, y es la arqueología la que determina que fue en el siglo VIII, en concreto en la primera mitad del VIII, coincidiendo con la mayordomía de Martel, cuando se produjo esa introducción. Para White, el indicio más claro de esto es la modificación de las armas a una nueva caballería de carga total, como la fue la del alargamiento de las espadas a nuevas y preciadas lanzas. El perfeccionamiento tecnológico llegó a concebir en la propia lanza un objeto que la atravesase impidiendo así un corte demasiado profundo en el adversario que dificultaría la recuperación de la lanza por parte del atacante; es la “lanza alada carolingia” del siglo IX.
White vuelve a repetir que esta innovación no es posible sin la aparición del estribo, pues esta permitía al jinete un apoyo, para sus piernas, y estas a su vez para la lanza. Es una nueva concepción de la guerra, que a la vez, para White aceleró el proceso del feudalismo, en el sentido de que gracias a la aparición del estribo, o de innovaciones tecnológicas en general, fue posible la proliferación de una caballería que llevaba asociado la entrega de un beneficio, en concreto un terreno, que Carlos Martel sacó de la expropiación de los bienes eclesiásticos.

3. El combate con carga de caballería y la modalidad de vida feudal.

White afirma que la caballería medieval tiene su origen en los cambios tecnológicos del siglo VIII. Esta caballería formaba parte de la clase feudal europea, que creo una cultura en torno a unos valores concretos, vinculados a su estilo de combate y con paralelismos entre los eclesiásticos.
White considera que a la altura de mediados del siglo VIII, la burocracia merovingia era inútil y no hacia posible que se recaudasen impuestos de una manera correcta, por lo que la posesión de la tierra era la base fundamental de riqueza. A la vez que esto se estaba produciendo la aparición de una nueva y costosa caballería, que requería de nuevas tierras para entregarlas a los caballeros en concepto de beneficio por su prestación a la batalla.
Se trata de una forma costosa de hacer la guerra porque conseguir un caballo y mantenerlo era muy costoso, además de las nuevas armaduras más pesadas y más caras. Suponía esto un gran esfuerzo económico, por lo que es obvio considerar que la caballería se convirtió en un oficio de clase, que solo podían desempeñar unos pocos y que generó una primera división social que luego se plasmó en la legalidad.
Significó además que ya no se concebía el modo de lucha germánico, en el que todo hombre libre era un soldado. La caballería de carga total exigía un entrenamiento técnico y el conocimiento de las nuevas armas, como serán una lanza más larga o el manejo de un escudo más largo y con forma puntiaguda para cubrir mejor la pierna izquierda del guerrero.
Desde el reino franco, se extendió la modalidad de la caballería de carga total hacia el resto de Europa. En Italia llegó a fines del siglo VIII, a Bizancio en el siglo X. También el Islam se vio afectado por estas innovaciones tecnológicas, presentes en sus ejércitos desde el siglo XI. En la Península Ibérica, con los comienzos de la Reconquistas, los caballeros cristianos del norte copiaron las formas de los francos, y fueron estos caballeros hispanos los que irradiaron las nuevas formas de combatir a los andalusíes, que tuvieron que desplazar sus propios usos bélicos para hacer frente a la pesada caballería cristiana.
Para Inglaterra la introducción del estribo vino por el enfrentamiento entre el rey sajón, Haroldo II, y Guillermo el Conquistador, duque de Normandía. Fue Guillermo el que portaba el estribo, procedente del ámbito franco. La victoria de Guillermo en Hastings (1066) dio lugar a un nuevo reinado en Inglaterra, que sustituyó los usos militares existentes, que procedían del siglo VII, por los que se habían desarrollado ya en el siglo XI. Para White esto tuvo la consecuencia de crear una de las potencias europeas más boyantes a fines del siglo XI.
Para White “pocos inventos han sido tan sencillos como el estribo, pero pocos ejercieron una influencia tan catalítica en la historia. Las necesidades de la nueva modalidad de guerra que el estribo hizo posible hallaron expresión en una nueva forma de sociedad europea occidental, dominada por una aristocracia de guerreros a quienes se concedían tierras para que pudiesen combatir con un estilo nuevo y altamente especializado.... esta nobleza creó formas y pautas culturales de pensamiento y emoción que respondían a la modalidad del combate con carga de caballería y su posición social”.


La revolución agrícola en la alta edad media.

La agricultura ha sido la base de la economía por lo menos hasta fines del siglo XVIII, y habría que matizar distintos ámbitos de Europa en los que en el siglo XIX e incluso en el XX la agricultura continuó siendo una actividad económica fundamental. Por tanto, cualquier cambio que afectara a la tierra afectaría a la sociedad entera, como pueda ser el clima, la escasez de agua...aunque White viene a decir que también cambios en el utillaje utilizado proporcionaran también cambios en la sociedad. White asegura que en la Edad Media se utilizó más hierro en los utillajes agrícolas que en cualquier otra civilización anterior, lo que hizo que la figura del herrero se convirtiese en fundamental en las aldeas rurales.

1. El arado y el sistema solariego.

El arado s uno de los utensilios imprescindibles en las tareas agrarias. Para White significó la primera aplicación de energía no humana a la agricultura.
White diferencia claramente dos tipos de arado, y cada uno relacionado con un ámbito distinto de Europa:

a) Arado liviano: formado por un palo excavador, movido por dos bueyes, utilizado en zonas más secas, como las del Mediterráneo. Por el tipo de arado que realiza, es necesario arar cruz, por lo que los campos en los que se utilice este arado tendrán una forma cuadricular. Para zonas no húmedas este tipo de arado es útil, pues al pulverizar la tierra por el arado en cruz, contribuye a evitar una indebida evaporación de la humedad y a mantener la fertilidad de los campos por sacar a la superficie las sustancias minerales del subsuelo.

b) Arado pesado: en las zonas más húmedas, donde la tierra es más compacta, la utilización del arado liviano es inútil, por lo que se tuvo que crear un tipo de arado diferente, más pesado. Este arado pesado se comenzó a utilizar en el siglo I d.C., en las zonas del norte de Europa y que se formaba de tres partes: 1) reja o cuchilla pesada insertada en un travesaño, que permite cortar los terrones hundiéndose en ellos verticalmente. 2) reja chata que forma ángulo recto con la anterior y que corta horizontalmente la tierra. 3) una vertedera destinada a rebatir los terrones hacia la derecha y la izquierda. Este tipo de arado más pesado tenía ruedas, que hacían más fácil su transporte por el campo y ayudaba a los animales de carga a transportarlo. Como es lógico se hizo insuficiente un par de bueyes o mulas, por los que se hacía necesario hasta ocho.



Además de estas características, White establece una serie de ventajas del arado pesado sobre el liviano:

1) El arado pesado removía los terrones con más fuerza, por lo que no era necesario arar en cruz. De esta forma ahorraba tiempo al campesino, reemplazaba energía humana por animal, y permitía al campesino cultivar áreas más extensas de tierra.

2) Esta nueva forma de arar hizo que la forma de los campos se modificara, pasando ser cuadrados a ser alargados, al no tener que arar en cruz.

3) Este nuevo arado pesado facilitó el arado y cultivo en tierras bajas de aluvión, más densas y ricas en minerales y nutrientes, que proporcionaban al campesino mejores rendimientos.

Para White, la introducción del arado pesado tuvo unas consecuencias inmediatas sobre el campesinado septentrional, como fue la aparición de un excedente agrícola por las mejores cosechas; el crecimiento demográfico, consecuencia de esa acumulación; la especialización de funciones; la urbanización, y al aumento del tiempo libre.
Pero también tuvo otras consecuencias que White califica de revolucionarias. La introducción del arado pesado tuvo como consecuencia la necesidad de más animales de carga para poder moverlo. White cree necesarios hasta ocho bueyes para poder moverlos. Pero un campesino cualquiera no podía permitirse tener ocho bueyes, por lo que todos los campesinos debieron de empezar a compartir sus yuntas. Pero esta repartición no fue la única, pues al abandonarse la forma cuadricular del campo (o enclosures) y sustituirlo por unos campos alargados y abiertos (open field) dio lugar a la aparición un consejo local de campesinos encargados de la distribución de las tierras a cultivar entre los propios campesinos. Era la introducción de algo en común, yo me arriesgaría a decir que estamos ante una forma muy primitiva de “comunismo”. Todo este tipo de consecuencias serían imposibles para White sin la existencia de un arado pesado .
En cuanto al origen del arado pesado hay también controversia acerca de si fueron los eslavos los que lo originaron o fueron ellos los que lo recibieron y los expandieron al resto de Europa. White no aclara tampoco esta problemática, sino que concluye que no antes del siglo VI se puede pensar en la utilización de dicho arado.


2. El descubrimiento del “caballo de fuerza”.

Si el primer paso de la “revolución agrícola” de la Plena Edad Media fue la creación de un nuevo arado pesado, el segundo paso será obtener innovaciones tecnológicas que beneficien a las fuerzas de carga o tiro. Estas innovaciones serán, la creación de un arnés, que junto a las herraduras de clavos para los caballos, hagan de éstos una verdadera fuerza económica y militar.
White asegura que no hay constancia segura de herraduras de clavos antes de fines del siglo IX, aunque no será hasta el siglo XI cuando se pueda hablar de una verdadera difusión de la herradura por occidente. Además White añade que para esa fecha las ventajas de la herradura eran notorias para el campesino y para el señor. Pero el caballo por si solo no es una buena fuerza de arada o transporte, necesita de la ayuda de un buen arnés para poder llevar a cabo esas tareas.
Para la cuestión del nuevo arnés, White cita a Richard Lefebvre des Noëtes, que ya establecía los dos tipos de arnés existentes:

a) Arnés de yugo: utilizado habitualmente para los bueyes, pero que se utilizaba para los caballos también. Este yugo hacía que el caballo no fuera rentable como animal de carga, puesto que los puntos de sujeción del arnés no eran adecuados para el caballo, impidiendo un riego constante de sangre y aire al animal. Además la fuerza que del caballo era transmitida a la cruz del yugo, que se situaba demasiado alta para poder obtener un rendimiento oportuno.

b) Arnés de collera: por el contrario al anterior este se formaba de una collera rígida y almohadillada, que descansaba sobre los hombros y que permitía el correcto funcionamiento de la circulación sanguínea y respiratoria del caballo. Además el sistema de transmisión de la fuerza a la carga era más adecuado, mediante varas o lianas laterales, que permitían que el caballo utilizase toda su fuerza para mover la carga.

Hasta que el campesino no descubrió este tipo de arnés no pudo emplear de manera eficaz al caballo como fuerza de carga, transporte y tracción. Aunque White se pregunta acerca de las ventajas del caballo sobre el buey, y se lamenta que los estudios que se hallan hecho sobre esto están hechos con animales modernos y no medievales, lógicamente. Aún así, estos experimentos concluyen que el caballo se desplaza con más velocidad que el buey, y también tenía mayor resistencia en el trabajo, con gran capacidad de arrastre, algo importante en el norte, donde las labores de rastreado eran importantes, más que en el sur .

Aunque la aparición de un nuevo arnés para los caballos no solo tuvo influencias en el mundo agrícola, sino que también en los transportes, con la aplicación a este arnés de collera de nuevos elementos tecnológicos, como los ejes oscilantes delanteros de la carreta, o la creación de carretas más grandes con cuatro ruedas, al tener más capacidad de arrastre el caballo.

3. La rotación de tres campos y el mejoramiento de la nutrición.

El sistema de rotación de tres campos para White tiene constancia a partir de fines del siglo VIII. Al igual que en los anteriores casos, White plantea dos situaciones: rotación de dos campos y rotación de tras campos.
En el sistema de rotación de campos bienal, una mitad del terreno se cultivaba productos de invierno; la otra parte se dejaba en barbecho. Al año siguiente simplemente se cambiarían.
En el sistema de rotación de tres campos, la tierra de cultivo se dividía en tres zonas: en una se sembraban cultivos de otoño e invierno, como el trigo o el centeno; en una segunda zona se cultivaban productos de primavera, como la avena, cebada, guisantes, garbanzos, lentejas o habas; la tercera zona se dejaba en barbecho. Al año siguiente el sistema rotaba, y en el primero se sembraban los cultivos de primavera, en el segundo se dejaba en barbecho, y en el tercero se cultivaban los productos de invierno.
White, como durante toda su obra, repara más en las ventajas de las innovaciones tecnológicas que afectan al norte de manera especial, como lo fue el sistema de rotación de tres campos. Así, este sistema de rotación trienal tenía cuatro consecuencias:

1) Aumentaba la superficie de cultivo para el campesino, al igual que su productividad, en un 50%

2) Distribuyó mejor a lo largo del año los trabajos de arada, siembra y recolección, aumentando el rendimiento de la labor.
3) Redujo considerablemente la posibilidad de una hambruna, al diversificar los cultivos.

4) La introducción de los cultivos de primavera, multiplicó la producción de elementos muy importantes para la vida normal, como fue la avena, alimento esencial para caballos.

White concluye en este capítulo, que toda esta revolución agraria que afectó en mayor medida al norte, que el centro de gravitación de Europa se trasladase del sur al norte. White describe un proceso muy rápido a raíz de la introducción de nuevas innovaciones tecnológicas: “los mayores beneficios que el campesino del norte obtenía de su labor elevaron su nivel de vida y por consiguiente, su capacidad adquisitiva de productos manufacturados. Esto le proporcionó excedentes de alimentos que, desde el siglo X en adelante, permitieron a su vez una rápida urbanización. En las nuevas ciudades surgió una clase de artesanos especializados y mercaderes, los “burgueses”, que pronto lograron alcanzar el dominio de sus comunidades y crearon una forma de vida nueva y característica: el capitalismo democrático. Y en este nuevo contorno germinó el rasgo predominante del mundo moderno: la tecnología de la fuerza mecánica”.

La exploración medieval de la energía y los dispositivos mecánicos.

White asegura que en el periodo desde el año 1000 hasta fines del siglo XV es una etapa de esfuerzos del ser humano por aplicar mecánicamente la naturaleza a los usos humanos y conseguir así economizar la mano de obra y obtener mayor rentabilidad.

1. La fuente de energía.

La principal fuente de energía a la que White se refiere es a la hidráulica, que aplicada por medio de ruedas, bielas y tornos consigue ejercer una fuerza para moler grano, cortar mármol...Esto ya sucedía antes del siglo XI.
En el siglo XI comienzan a aparecer molinos hidráulicos movidos por la fuerza de las mareas, pero el carácter itinerante de las mareas hacía que no dieran buenos resultados, pero se continuaron utilizando. Además la construcción de molinos hidráulicos en algunas zonas no era rentable, pues las aguas que por allí pasaban lo hacían con poca fuerza.
White, entonces, atribuye al “carácter exploratorio de la tecnología occidental” el que en el siglo XII se inventara el molino de viento, que rotaba en torno a un eje ligeramente inclinado por encima del horizonte con el objeto de asegurar un efecto de turbina en sus aspas. Para White este molino tuvo más aceptación, lo que hizo que durante el siglo XIII se difundiera por todo el norte de Europa. Para la Europa meridional, White piensa que su difusión se produjo más bien durante el XIV, puesto que en esta zona la fuerza de los ríos fuera mayor o no se helaran las aguas como al norte .
También durante este periodo, White asegura que ya se conocía la fuerza del vapor, pero no se desarrolló ningún invento para poder aplicarla, solo a partir del siglo parece haber ingenios que apliquen el vapor a una máquina. También otra serie de ingenios como la aparición de los cohetes, la pólvora.

2. Evolución del diseño de máquinas.

En este apartado se dedica a establecer la evolución que algunos inventos que ya se conocían en la Antigüedad, bien de Roma o bien desde Asía, y que en este periodo van a sufrir transformaciones y adaptaciones hacía los nuevos usos de vida. Es el caso de la manivela, que pasa a ser una doble manivela, y como conexión a esta, el pedal de muelle, con una de sus más importantes aplicaciones: el torno de hilar. También en esta época se asiste al perfeccionamiento del reloj mecánico.
(3. El concepto de una tecnología de la energía) También se abordan los inicios sobre el magnetismo, con la introducción de la brújula o de los orígenes de las teorías de la gravitación.

Conclusión y juicio crítico.

El libro de Lynn White supone una revolución en la concepción de la evolución de la sociedad humana, pues la pieza más insignificante sirve para crear nuevos usos y modos sociales. Además White lo hace de una manera muy adecuada, y es que se remonta a los primeros indicios o pruebas materiales o filológicas sobre la innovación tecnológica y desde ahí va tejiendo su teoría de manera sorprendente, desmontando una a una las teorías de otros historiadores o halagándolas.
Supone una verdadera obra de erudición, de años de estudio, y que nos hace ver la historia, no solo como la sucesión de acontecimientos políticos, sino también como una la influencia en la humanidad de sus propios inventos.
Como crítica a White, se puede decir que pasa por alto ciertas cuestiones, como por ejemplo al explicar el cambio de una agricultura que tiene como fuerza de tiro a los bueyes a otra con el caballo como fuerza de tiro. Aquí no tiene en cuenta que los caballos eran más caros que los bueyes, y constaba más mantenerlo, por lo que un campesino simple quizá no pudiera hacerse cargo de la manutención de un caballo o de su compra.
Por otro lado, sus análisis se centran de manera exclusiva en el norte, de Europa en muchas ocasiones, obviando lo que sucediera en el sur, o citándolo simplemente, sin tratar de abordarlo.
Por último, también se le puede acusar de un profundo difusionismo, siempre concibe uno o dos centros creadores que después lo van a irradiar al resto del mundo, pero nunca cree en la capacidad creadora de los pueblos, no cree que cada comunidad pueda crear por si sola las innovaciones tecnológicas, siempre han de venir de fuera.

Nicolás Oresme y el primer tratado monetario

Nicolás Oresme y el primer tratado monetario


El resultado práctico de la teoría austriaca del dinero es que la producción de dinero ha de ser dejada al libre mercado. Las intervenciones del estado no mejoran los cambios monetarios, sino que simplemente enriquecen a unos pocos a expensas de del resto de los usuarios. El resultado de esto es, por supuesto, el completo desastre: en lugar de tratar con preciosas monedas de plata u oro, los ciudadanos están obligados a mantener por ley unas impropias notas de papel.
Los economistas austriacos actuales no son los primeros en apuntar que el intervencionismo hace al dinero desagradable y poco fiable. Más bien, la idea mantiene una larga tradición de varios siglos ilustrado por economistas como Murray Rothbard, Ludwig von Mises, Carl Menger, Frédéric Bastiat, William Gouge, John Wheatley, Etienne de Condillac, y Tomás de Azpilcueta. De hecho, esta tradición se remonta al primer padre fundador de la economía monetaria, el gran Nicolás Oresme.
Oresme nació alrededor de 1.320 cerca de Caen, Francia. Después de una distinguida carrera como erudito y confesor del rey Carlos V, llegó a ser obispo en 1.377 y murió en Lisieux en 1.382. Oresme fue un brillante matemático, físico, y economista. En algún punto anterior a 1.355, escribió un tratado sobre ética y economía sobre la producción del dinero. El libro se tituló Tratado sobre el Origen, Naturaleza, Ley, y Alteración de las Monedas, y consolidó su fama como economista para siempre.
El título más adecuado al que se podría traducir hoy día es "Tratado sobre la Inflación." De hecho, Oresme fue pionero en la economía política de la inflación. Oresme marca unos parámetros que podrían haber perdurado durante varios siglos, y por los cuales, y hasta cierto punto, aún no han sido superados. Una detallada visión a su libro nos muestra que el estudio sobre la moneda ha sido sano desde el comienzo y que los actuales economistas de la Escuela Austriaca son los herederos de la ortodoxia monetaria en el auténtico sentido de la palabra.

En Contra de la Teoría Monetaria del Estado

La primera pregunta sobre la teoría monetaria sin duda es: ¿qué es el dinero? Oresme responde que el dinero es una mercancía; más concretamente es 1) una cantidad de metal precioso con 2) una estampa que certifica la finura metálica del contenido. El certificado puede ser proveído por un particular, o bien, por una organización privada, aunque también puede ser suministrado por alguna agencia del estado.
En el tiempo en que Oresme escribía, el estado ya se había apropiado de la las empresas certificadoras desde hacia más de 1.500 años, pero Oresme insistió que la intervención del estado no pertenecía a la naturaleza del dinero. De este modo, Oresme rechazó la teoría estatista del dinero por la cual fue el estado y no el mercado quien había decidido qué era realmente el dinero.
La teoría estatista del dinero triunfó con los escritos de Platón y Aristóteles. Fue de hecho expresado en el propio lenguaje en que esos filósofos escribieron; la palabra griega que designa el dinero es "noumisma"—forma de "nomos", que significa "ley".
En el siglo XIV, Oresme enfatizó que la palabra latina para el dinero—"moneta"—tiene una raíz etimológica diferente. No tiene nada que ver con la ley y el estado, sino con la información de la certificación. Su raíz fue "moneo" (te informo) "porqué el certificado nos informa que no haya fraude ni en el metal ni en su peso." La producción de dinero no fue por tanto —en su esencia— un acto burocrático, sino al revés, una actividad del mercado. Fue el productor (privado) de dinero el que creó el servicio de certificación. Él informaba a los posibles usuarios de moneda sobre la finura que contenía el metal. Este tipo de información fue de gran utilidad porqué reducía la incertidumbre y el coste de la medición. En palabras del propio Oresme:
Cuando los hombres empezaron a comerciar, o a comprar bienes con dinero, éste carecía de estampa o imagen. La cantidad de plata o bronce era intercambiada por carne, bebida y medida por su peso. Desde que empezó a ser molestado recurrir constantemente a escalas o patrones y determinar la equivalencia exacta del peso, y desde que el vendedor no estaba seguro del grado de pureza del metal ofrecido fue prudentemente dispuesto por los sabios de ese tiempo que los trozos de dinero habían de ser de un metal dado con un mismo peso y todos debían ser estampados con una marca conocida por todo el mundo para indicar la calidad y peso de la moneda. Por lo tanto, las sospechas serían evitadas y el valor aceptado de buena gana.
Nótese que Oresme dice que no fue el estado quien ordenó sabiamente la creación de monedas, sino que fueron “los sabios”—élites naturales en una sociedad libre— quienes la crearon. Por lo tanto, ¿dónde entra en juego el estado aquí? Oresme aplica la función del estado a algún tipo de gobierno mínimo que interviene en el dinero. Su punto de vista es que el príncipe disfruta de la confianza de los ciudadanos; después de todo, ellos siguen sus juicios sobre temas como la guerra y la paz, y por lo tanto, confían muy probablemente en la estampa que impronta en las monedas. Sin embargo, Oresme se apresura a apuntar que los príncipes no poseen ninguna moneda, sino que sólo estampan su sello, y esa es la espléndida ventaja de estampar el dinero, es decir, que realmente sólo es un tipo de convivencia. Es una ventaja derivada del hecho que el dinero “es esencialmente establecido y elaborado para el bien de la comunidad”.
Los economistas austriacos de hoy día están ampliamente de acuerdo con estas consideraciones. Ellos simplemente añaden que la competencia es el mejor camino para identificar la confianza de los certificados. También añaden que, hoy día, la función del estado oresmaniano para el caso del estado mínimo en el dinero no se mantiene porqué no se aplica a ninguno de nuestros líderes políticos actuales. La confianza pública en los políticos es en todo momento baja, y eso no sólo (sino que también) para que ninguno de ellos nos conduzca más a ninguna otra guerra.
Como veremos más adelante, hay buenas razones para estar de acuerdo con Oresme. Si él hubiese vivido en nuestros tiempos, probablemente habría calificado nuestro sistema como tiránico y al que le urge una reforma inmediata.

El Caso de Monedas Paralelas

Oresme no vio las virtudes de la competencia en la producción de dinero, pero él no fue un ingenuo constructivista. Oresme no abogaba por un único sistema de medición monetario. Reconoció que los metales preciosos eran monedas superiores por sus características físicas, y por lo tanto centró sus consideraciones en la moneda metálica. Pero se quedó muy lejos de idear un óptimo sistema monetario, el cual, debe o puede ser elaborado de una vez por todas. Particularmente, para Oresme era lo más normal que las monedas de oro, plata, cobre y las diversas monedas signo conviviesen paralelamente en su uso, y las tasas de cambio entre esos medios de cambio pueden ser determinados por el mercado.
La Inflación es Innecesaria
La cuestión más importante sobre la teoría del dinero es si hay alguna razón por la cual la oferta monetaria tenga que ser manipulada por los políticos. ¿Sería la oferta de monedas de oro y plata producidas de forma espontánea y suficiente en un mercado libre? O por el contrario, ¿esperamos algún tipo de fallo de mercado en la producción de dinero, y por lo tanto, una necesaria intervención del gobierno?
La posición austriaca es bien sabida: en el dinero la cooperación competitiva del mercado, como en cualquier otro campo de la producción, puede conseguir innumerables mayores logros que no el estado. La intromisión del estado en material monetaria lleva a una expansión de la oferta de dinero más allá del nivel que hubiese conseguido ésta a través del libre mercado. En otras palabras, el estado provoca la inflación. Tal política es antisocial: no provee al conjunto de la sociedad con más dinero, sino que beneficia a algunos miembros de la sociedad a expensas de otros, por lo tanto, se aprovecha de unos a costa de otros. La inflación inevitablemente implica explotación y conflictos sociales. Pero eso no es todo. La inflación no es un tipo de explotación de suma cero en el cual unos ganan y otros pierden. Realmente genera perdidas netas porqué deteriora el vehiculo de la cooperación social. La inflación pervierte el dinero y eso crea que la gente intercambie menos, por lo tanto, coopera menos, que significa a la vez que no se produce de la misma forma que se habría hecho de no existir la inflación.
Esto lo podemos encontrar en el tratado de Oresme. El autor no usa la palabra inflación, sino que de forma más acertada habla de fenómeno de inflación. En su tiempo, la alteración de las monedas era la única técnica para la inflación. El gobierno no controlaba la reserva fraccionaria bancaria y papel moneda, pero podía alterar la estampación de los certificados en las monedas, o bien cambiar el contenido de las monedas manteniendo el mismo certificado. Imaginémonos una economía monetaria donde predomine el uso de la moneda de una onza de cobre que tenga impreso: “esta moneda contiene una onza de cobre fino”. Ahora el estado se inclina por la inflación y cambia la impresión anterior por “esta moneda contiene dos onzas de cobre fino”. De esta forma se ha aumentado la oferta monetaria nominal más allá del nivel que hubiese tenido en el mercado libre. Normalmente este comportamiento permitió al estado pagar sus deudas acordando letras en términos nominales, pero de hecho, estafando a sus creditores en términos reales. En los días de Oresme, el gobierno seguía ese tosco comportamiento. Hoy en día, se usa el papel moneda.
Oresme remarcó que esa manipulación no servia a ningún buen propósito. Un simple cambio en el valor nominal de la oferta monetaria, tomada como conjunto, no puede ayudar a la economía. Simplemente variarán todos los precios en tanto estén expresados en esa moneda. La oferta monetaria nominal es por si misma irrelevante a los efectos de los intercambios monetarios. Los cambios en la oferta monetaria nominal —la “alteración de los nombres”— no puede hacer el dinero más apropiado para ser usado en el intercambio indirecto, y menos aún, que tales cambios afecten los términos de los pagos diferidos (contratos crediticios):
Y si ningún otro cambio fuese realizado, los bienes han de ser necesariamente vendidos a una tasa proporcionalmente mayor. Pero tal cambio no tiene ningún propósito, ni debe ser realizado, porqué sería vergonzoso y una falsa denominación… Ninguna otra impropiedad sobrevendría de eso [aumento del precio acorde al aumento de oferta monetaria] menos en esos lugares donde las pensiones o las rentas fuesen fijadas en términos de dinero.
Por lo tanto, Oresme de forma clara, se dio cuenta de que la oferta monetaria nominal, en realidad, es poco trascendente. La economía puede operar con una oferta virtual y ninguna oferta nominal de dinero. A mayor oferta, los precios subirán más; y a menos oferta los precios serán más bajos.

La Inflación conduce a la Explotación y a la Tiranía

Si la inflación es totalmente innecesaria, la evidente pregunta es: ¿por qué se infla la oferta nominal de dinero después de todo? Hoy en día, ni la gente ni los mismos economistas no tienen idea alguna de por qué ocurre. Pero fue en el S. XIV cuando Oresme anticipó la respuesta austriaca: la inflación beneficia a aquellos que crean la inflación. La inflación no afecta a todos los usuarios de dinero a la misma vez, sino en diferentes momentos del tiempo. Se crean por lo tanto ganadores y perdedores. Los políticos inducen cambios en la oferta nominal de dinero enriqueciendo al estado a expensas de los ciudadanos. Oresme remarcó que el estado saca buen partido de la inflación. Dice que la codicia del estado fue la raíz del nacimiento de la inflación; y que, una vez que el estado cayó en esa tentación, desde cualquier punto de vista, se volvió un tirano. En un inmortal pasaje de su Tratado escribió:
Soy de la opinión que la principal y causa final de por qué el príncipe pretende tener el poder de alterar la acuñación es debida al beneficio que puede obtener de ella aunque, por otra parte, es una tarea totalmente inútil. Propongo, pues, dar plena muestra de que tal beneficio es injusto. Por cada cambio sobre el dinero, excepto en casos muy raros […], la manipulación significa falsificación y engaño, y éste no es el derecho que pueda tener el príncipe como se ha visto anteriormente. Por lo tanto, desde el momento en el que el príncipe, de forma injusta, se hace con este indebido privilegio, es imposible que sea justificado como beneficio. Además, la cantidad de beneficio que ha tomado el príncipe es necesariamente la pérdida de la comunidad. Cualquier pérdida que el príncipe imponga a la comunidad es injusto y un acto digno de un tirano y no un príncipe tal y como dijo Aristóteles. Y si el tirano miente diciendo que tal beneficio es en favor público, no ha de ser creído, porqué de igual forma podría tomar mi abrigo alegando que lo ha hecho para la necesidad pública. San Pablo dijo haz el bien y evita el mal. Nada obtenido mediante la farsa será usado con buenos propósitos jamás. Otra vez, si el príncipe tiene el derecho de realizar una simple alteración en la acuñación e ingresar algún beneficio de tal acción, también tendrá el derecho de hacer mayores alteraciones y obtener mayores beneficios, y al hacer esto más de una vez lo seguirá repitiendo en el futuro… Y es muy probable que el príncipe o sus sucesores sigan haciéndolo lo mismo cada vez que lo deseen o también por deliberación de su consejo tan pronto como les sea posible ya que la naturaleza humana está inclinada a amontonar riquezas que vengan fácilmente. Por lo tanto, el príncipe no dudará en sacar casi todo el dinero o riquezas de sus súbditos hasta reducirlos a la esclavitud. Éste es un acto tiránico; realmente es una absoluta tiranía como ya han dicho los filósofos y sus antecesores en la historia.
No es difícil adivinar que el Obispo Oresme hubiese calificado nuestro actual sistema monetario como el más monstruoso (o más bien: diabólico) esquema jamás creado para empobrecer a los “súbditos y reducirlos a la esclavitud”. Y ciertamente no habría errado mucho. Otra cosa diferente es que sus alegatos hubiesen sido acallados por nuestros actuales gobernantes como lo fueron por Carlos V en esos oscuros tiempos del S. XIV. Desafortunadamente, no es exagerado asumir que si Oresme hubiese escrito hoy día los ya acostumbrados expertos pagados por el estado le rechazarían tratándolo como un lunático —acercando así las relaciones entre gobernantes e intelectuales de nuestra era progresista.

La inflación es Destructiva

Oresme comprendió que la inflación no era un juego de suma cero entre el estado y sus súbditos, sino que genera pérdidas netas. Apuntó cuatro razones: la Ley de Gresham, la falsificación, la disminución del comercio, y el engaño que conduce al derroche. Veámoslos brevemente uno a uno. Primero de todo, aquí está la formulación que hace Oresme sobre la Ley de Gresham:
…Semejantes alteraciones y falsificación disminuyen la cantidad de oro y plata en el reino y de metal precioso. A pesar de cualquier prohibición, es trasladado al exterior donde tiene mayor valor. Los hombres intentan llevar su dinero a aquellos lugares donde creen que será más valioso, y esto reduce la cantidad material de dinero en el reino.
Fijémonos que Oresme apunta correctamente que el “mal dinero desplaza al buen dinero” sólo bajo el impacto del control de precios fijos: los ciudadanos están obligados por ley a aceptar las nuevas monedas de peor calidad en las mismas condiciones que las antiguas monedas buenas. Si excluimos, entonces, las leyes del curso legal, el mercado de dinero se comportaría exactamente igual que cualquier otro mercado. En una economía libre, el mejor producto siempre desplaza al peor.
Oresme también observó que la falsificación oficial puede invitar a los falsificadores extranjeros a aprovechar la oportunidad presentada por la confusión general de este envilecimiento de la moneda “y de este modo robar al rey los beneficios con los cuales él había pensado hacerse”. Pero la alteración que ha sufrido el mercado haya sido probablemente forjada por esta larga destrucción. Oresme dice:
Otra vez, a razón de estas alteraciones, las buenas mercancías o riquezas naturales dejan de entrar en el reino donde se comercia, ya que los mercaderes —quedando el resto de cosas igual— prefieren pasar de largo a esos lugares en los cuales reciban dinero sano y bueno. Más aún, en tal reino el comercio interno se ve perturbado y entorpecido en muchos sentidos debido a tales cambios; y mientras éstos permanecen, las rentas del dinero, pensiones anuales, alquileres, cesiones y similares, como ya es bien sabido, no pueden ser justamente tasados o valorados. Tampoco el dinero puede ser prestado ni tomado, y muchos se niegan a hacer obras caritativas en este entorno. Así pues, la buena cualidad del metal en las monedas, los mercaderes y todas estas cosas son necesarias o de gran utilidad para la humanidad; y su opuesto es perjudicial y dañino para la comunidad civil entera.
Incluso anticipó la idea básica de la moderna teoría austriaca de los ciclos económicos.
…El príncipe puede sacar casi todo el dinero a la comunidad y empobrecer terriblemente a sus sirvientes. Y como una enfermedad crónica ésta es más peligrosa que no otras porqué actúa de forma casi inapreciable. Y es que la extorsión cuanto más disimulada más peligrosa ya que su lenta opresión no parece que sea tal. Por lo tanto, ningún gravamen puede llegar a ser más pesado, más general o más severo.
Para resumir, Oresme se percató que la oferta nominal de dinero puede enriquecer al príncipe a expensas de la comunidad. Realmente —salvando algunas excepcionales situaciones de emergencia— este beneficio no tendría que haberse producido jamás.

La Inflación es Peor que la Usura

Las consideraciones económicas, importantes como pueden ser, fueron para Oresme sólo la puntadle iceberg. Su auténtico interés yacía en los factores morales de la producción de dinero. Para él la falsificación era un tema mucho más trascendental desde el punto de vista moral que no el pecado asociado al uso del dinero, esto es, el cambio de dinero y la usura. El cambio de dinero y la usura pueden ser aceptados bajo ciertas circunstancias especiales. Pero la falsificación era inherentemente injusta de raíz, y por lo tanto, nunca se tenía que permitir. Él mantenía que el “cambio de nombres” (envilecimiento) era un escándalo y jamás debía ser producido. La alteración en el peso sin un inmediato cambio en el nombre de la moneda era algo “repugnante y un fraudulento robo”. Las alteraciones del curso legal de dinero eran “opuestas a la forma de actuar de la naturaleza”. Son peores que la usura, porqué la usura, al menos, nace de la voluntad contractual entre el deudor y el acreedor, mientras que las alteraciones se hacen sin ese acuerdo contractual y ponen en entredicho el dinero anterior. Oresme dice:
El usurero presta su dinero a alguien para que éste lo tome sobre su libre voluntad y para que disfrute del uso del mismo y alivie sus necesidades; y el excedente que devuelva sobre el principal habrá estado determinado bajo la libertad de contrato entre las partes. Pero un príncipe, por medio de un innecesario cambio en la acuñación, toma de forma evidente el dinero a sus súbditos en contra de su voluntad substituyendo el viejo dinero por el nuevo como si fuese mejor, y nadie lo quiere. Los súbditos innecesariamente y sin ninguna posible alternativa tomarán el dinero de peor calidad… Y en la medida en la que el príncipe recibe más dinero, en contra y más allá de la naturaleza del propio dinero, ese dinero ganado es igual a la usura; pero peor que ésta ya que no versa en un acto voluntario sino que va en contra de la voluntad de los súbditos, incapaces de sacarle beneficio y siendo un acto totalmente innecesario. Mientras que el interés del usurero no es excesivo, o más generalmente injusto a la mayoría, este impuesto impone tiranía y fraudulencia en contra de la voluntad de la comunidad entera. Dudo si a esto no se le tendría que llamar robo con violencia o extorsión fraudulenta.

Inflación y el Declive de la Civilización

Así pues la inflación es un acto moral repugnante, económicamente destructivo, y lleva a la explotación y a la tiranía. Estas consecuencias no van en favor de ningún beneficio social. La inflación es totalmente innecesaria. Así pues, la alteración de la acuñación, según Oresme:
…no evita la calumnia sino que la crea… y tiene muchas consecuencias peligrosas, algunas de las cuales ya han sido mencionadas, mientras que otras aparecerán después, pero no hay ninguna necesidad ni conveniencia en hacerlas ni pueden éstas reportar ninguna ventaja a la comunidad.
La única ventaja de la inflación sólo parece repercutir sobre el estado. Oresme apunta que en el largo plazo el estado no ha prosperado gracias a la inflación. Observa que en sus tiempos, la alteración de la acuñación fue un fenómeno reciente. “Jamás se han producido en las ciudades [cristianas] o reinos antiguos o en aquellas [comunidades] bien gobernadas”. Pero la consecuencia de esta reciente evolución fue probablemente la misma que existió en el caso del Imperio Romano. Oresme dice:
Si los italianos o romanos hicieron al final tal alteración, como parece ser por las monedas antiguas encontradas en el país, ésta fue probablemente la razón por la que ese noble imperio acabó desapareciendo. Así pues, esos cambios en la moneda son tan funestos que resultan ser totalmente inadmisibles.
Oresme llegó a la misma conclusión sobre el papel crítico de la inflación en la decadencia de la civilización clásica que Ludwig von Mises en sus “Consideraciones sobre las causas de la decadencia de la civilización clásica”. Y es que probablemente nuestra civilización tome el mismo camino.

La Solución: Ninguna Intervención Sobre el Dinero

El devastador análisis de Oresme sobre la inflación nos lleva a una simple pregunta política: ¿se puede frenar la inflación? ¿Cómo se puede evitar? La respuesta de Oresme se ve anunciada en el título de su libro: la alteración de la moneda. Porqué tales alteraciones son innecesarias y dañinas, y por lo tanto, tales alteraciones no deben ser permitidas pues (la introducción de un nuevo tipo de monedas no era a su ver una alteración, si ésta no prescribía la moneda vieja). Más concretamente, Oresme dijo que el estado jamás debe alterar el dinero.
Ni el estado ni ningún tipo de grupo concreto o individuo están legitimados para cambiar la acuñación. Para hacer estas alteraciones es necesario el consenso de la comunidad entera de los usuarios de dinero porqué el dinero es de la propiedad de la comunidad. Sin embargo Oresme no fue un campeón de la desenfrenada democracia. Un mero acuerdo de la totalidad de la comunidad no otorga automáticamente legitimidad a los políticos (por ejemplo, dice que el dinero jamás debe ser degradado por el hecho de conseguir beneficios). Sólo si la alteración es el único medio para tratar una gran emergencia, como podría ser derrotar el ataque de un enemigo repentino, entonces podrá ser lícita. En cualquier caso, el estado no tiene derecho alguno a alterar las monedas, a pesar que actúe como un mero instrumento de los ciudadanos. La comunidad entera, no el estado, ha de dar su consentimiento.
De forma muy similar, Ludwig von Mises argumentaba que la inflación por su propia naturaleza contradice el principio de soberanía popular. La única forma de mantener el estado a raya es controlar los recursos estatales. Si el estado necesita más dinero se tendrán que subir los impuestos a los ciudadanos. Es ampliar la oferta monetaria en la misma medida en la que los ciudadanos realmente están contribuyendo.


Conclusión

El lector superficial creerá que el análisis de Oresme no aporta aplicaciones directas a los tiempos de hoy día. Eso es cierto en la medida que la inflación de hoy día tiene una forma muy distinta a la de aquel entonces. Pero su análisis sobre las causas y efectos de la inflación, y de su naturaleza moral y política, son prueba de la verdad actual. Los sucesores de Oresme refinaron y expandieron este análisis en los últimos 700 años confirmando sus seis puntos básicos:

1) La inflación es predominantemente una criatura del estado.
2) Daña el comercio y la economía, y conduce al ocaso de la civilización.
3) No es necesaria desde ningún punto de vista social —no cumple ninguna función social, más bien:
4) Crea ganadores ilegítimos y perdedores. Beneficia al estado y a sus aliados a expensas de los ciudadanos.
5) De esta forma prepara el terreno a la tiranía.
6) La forma de deshacerse de la tiranía es impedir al estado que intervenga en asunto monetario alguno.

No es nada sorprendente que el trabajo de Oresme encontrase hostilidad en aquellos que defendían el actual sistema de régimen inflacionario. Lo ridicularizaron como un manifiesto “metalista” cuando de hecho su obra fue un monumento al sentido común. Poniéndolo en su “contexto histórico” insinúan que su mensaje está trasnochado. Pero el Tratado Sobre la Alteración de las Monedas es un hito en la ciencia económica monetaria, una ciencia de las leyes universales. Los campeones del dinero sano del siglo diecinueve como Léon Wolowski y Wilhelm Roscher dieron totalmente en el blanco en otorgarle un gran valor duradero a Oresme. Todos los amigos de la libertad debemos celebrarlo hoy también.

miércoles, 9 de marzo de 2011

LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA

LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA. Carlo M. Cipolla

1. La Primera Ley Fundamental: " Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".
2. La Segunda Ley Fundamental: " La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
3. La Tercera Ley Fundamental: " Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
4. La Cuarta Ley Fundamental: " Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".
5. La Quinta Ley Fundamental: " La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DE PERSONAS

Todos los seres humanos están incluidos en una de estas cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos.

Los Incautos: Podemos recordar ocasiones en que un individuo realizó una acción (es decisivo que sea él quién la inicie), cuyo resultado fue una pérdida para él y una ganancia para nosotros: habíamos entrado en contacto con un incauto.

Los Inteligentes: Igualmente nos vienen a la memoria ocasiones en que un individuo realizó una acción de la que ambas partes obtuvimos provecho: se trataba de una persona inteligente.
Una persona inteligente puede alguna vez comportarse como una incauta, como puede también alguna vez adoptar una actitud malvada. Pero, puesto que la persona en cuestión es fundamentalmente inteligente, la mayor parte de sus acciones tendrán la característica de la inteligencia.
En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras circunstancias esta misma persona puede comportarse como una incauta. La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación.

Los Malvados: Todos nosotros recordamos ocasiones en que, desgraciadamente, estuvimos relacionados con un individuo que consiguió una ganancia causándonos perjuicio a nosotros: nos encontramos frente a un malvado.
Existen diversos tipos de malvados; el malvado perfecto es aquél que con sus acciones causa, a otro, pérdidas equivalentes a sus ganancias. Otro tipo de malvados son aquellos que obtienen para sí ganancias mayores que las pérdidas que ocasionan en los demás, esos son deshonestos y con un grado elevado de inteligencia, pero la mayoría de los malvados son individuos cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a las pérdidas ocasionadas a los demás. Este individuo se situará muy cerca del límite de la estupidez pura.

Los Estúpidos: Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones.
Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad no existe explicación -o mejor dicho- solo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.
La mayoría de las personas estúpidas son fundamentalmente y firmemente estúpidas, en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que con sus inverosímiles acciones, no solo causan daños a otras personas, sino también a sí mismos. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos.


EL PODER DE LA ESTUPIDEZ

Como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad.
Nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida; en otras palabras en qué consiste el poder de la estupidez.
Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.
Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: racionalidad perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado quiere añadir un "más" a su cuenta. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener un "más" para sí, procurando también al mismo tiempo un "más" para los demás, deberá obtener su "más" causando un "menos" a su prójimo. Desde luego, esto no es justo, pero es racional, y si es racional uno puede preverlo.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo, y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que generalmente el ataque nos coge por sorpresa incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo carece de cualquier tipo de estructura racional.
El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora.
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.
No hay que asombrarse de que las personas incautas, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez. Generalmente, se tiende incluso a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto significa que se está confundiendo la estupidez con la candidez.

SOCIEDAD Y ESTUPIDEZ

Sería un grave error creer que el número de estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso. Ambas se ven aquejadas por el mismo porcentaje de estúpidos. La diferencia entre ambas sociedades reside en el hecho de que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los otros miembros.
Un país en ascenso tiene también un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que procuran tener controlada a la fracción de los estúpidos, y que, al mismo tiempo, producen para ellos mismos y para los otros miembros de la comunidad ganancias suficientes como para que el progreso sea un hecho.
En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos.