1. LA VERDADERA CIENCIA
I. LA EXPERIENCIA.
¿Qué confianza podemos tener en los antiguos que intentaron definir el alma y la vida –las cuales superan toda prueba- mientras que aquellas cosas que pueden ser conocidas con claridad en todo momento y probadas por la experiencia, permanecieron desconocidas durante muchos siglos, o fueron entendidas erróneamente?
Mis pruebas contradicen la autoridad de ciertos hombres tenidos en gran estima por sus inexperimentadas teorías, sin considerar que mis obras son el resultado de la experiencia simple y llana, que es la verdadera maestra.
Estas reglas nos capacitan para discernir lo verdadero de lo falso, nos mueven a investigar con la debida moderación solamente aquello que es posible.
La exposición de mis temas exige experiencia más bien que palabras ajenas.
Despreciando las ciencias matemáticas en las que se encuentra la verdadera información acerca de las materias que ellas tratan, nos engañamos a nosotros mismos y a los demás juntamente con la masa de los sofistas.
El origen de todos nuestros conocimientos está en nuestras percepciones. El ojo, llamado ventana del alma, es el medio principal por el que podemos apreciar más plenamente las infinitas obras de la naturaleza.
La experiencia nunca se equivoca; es nuestra apreciación la que únicamente se equivoca, al esperar resultados no causados por los experimentos. Puesto que una vez dado un principio, lo que de él se sigue deber ser verdadera consecuencia, a no ser que exista un impedimento. Y si existe un impedimento, el resultado que se seguirá del principio fijado sería el resultado de ese impedimento en mayor o menor grado, según que el impedimento fuese más o menos fuerte que el principio fijado.
La experiencia no se equivoca; únicamente se equivoca nuestro dictamen, al esperar de ella lo que cae fuera de su poder. Los hombres se quejan equivocadamente de la experiencia y le reprochan con amargura el llevarles al error. Dejemos en paz a la experiencia y culpemos más bien a nuestra ignorancia, que es la causa de que nos arrastren vanos y tontos deseos, como el de esperar de la experiencia cosas que no están en su poder, y luego decimos que es engañosa. Los hombres se equivocan al culpar a la inocente experiencia, acusándola de falsedad y demostraciones engañosas.
A mi juicio, todas las ciencias serán vanas y estarán llenos de errores, a menos que nazcan de la experiencia, madre de toda certeza, y si luego no son probados por ella; es decir, si en el principio, en el intermedio o al final no pasan a través de alguno de los cinco sentidos. Si no estamos seguros de la certeza de cosas que pasan a través de los sentidos, cuanto más deberemos cuestionar otras contra las que se rebelan los sentidos, tales como la naturaleza de Dios, del alma y otras semejantes acerca de las cuales existen un sinfín de disputas y controversias. Esto sucede, sin duda, porque donde no manda la razón ocupa su lugar el griterío. Por el contrario, esto nunca sucede cuando las cosas son ciertas.
Todas las verdaderas ciencias son resultado de la experiencia adquirida a través de los sentidos, la cual hace acallar las lenguas de los litigantes.
Hay que desconfiar de las enseñanzas de los teóricos, ya que sus razonamientos no son confirmados por la experiencia.
II. LA RAZÓN Y LAS LEYES DE LA NATURALEZA.
Los sentidos son terrenales; la razón permanece apartada de ellos en contemplación.
La sabiduría es la hija de la experiencia. La experiencia, intérprete entre la naturaleza y la especie humana, nos enseña que lo que esta naturaleza lleva a cabo entre los mortales forzada por la necesidad no puede operar de otras formas más que en la medida que la razón, que es su dirección, le manda.
Puesto que es mi intención el consultar a la experiencia primero y mostrar después por razonamiento la razón por la que esa experiencia está obligada a actuar de esa manera, antes de seguir adelante en un tema, lo probaré primero por experimentación. Y ésta es la verdadera regla según la cual deben proceder todos aquellos que analizan los efectos de la naturaleza; aunque la naturaleza empieza con la causa y termina en la experiencia, y nosotros debemos seguir el camino opuesto, es decir, debemos empezar por la experiencia y por medio de ella investigar la causa.
La necesidad obliga a que todos los efectos sean resultado directo de sus causas, y a que cada una de las acciones de la naturaleza de la obedezca siguiendo el proceso mas corto posible por medio de una ley suprema e irrevocable.
La naturaleza no quebranta la ley, sino que se ve obligada por la necesidad lógica de sus leyes intrínsecas. La necesidad es la maestra y guía de la naturaleza. La necesidad es la materia y la inventora de la naturaleza, su freno eterno y su ley.
La naturaleza está llena de causas infinitas, que nunca han tenido lugar en la experiencia. En la naturaleza no hay efecto sin causa; si se comprende la causa, no hay necesidad de experimentación.
III. DEMOSTRACIÓN MATEMÁTICA.
En la investigación científica se debe proceder metódicamente; esto es, se debe distinguir entre las diversas partes del tema propuesto, de tal forma que no haya en él confusión alguna y pueda ser bien comprendido.
Hay que procurar que los ejemplos y pruebas que se presenten se definan antes de citarlos.
IV. EXPERIMENTACIÓN.
Antes de basar una ley en un caso, se debe repetir la prueba dos o tres veces para comprobar si todas las pruebas producen los mismo efectos.
Un experimento debe repetirse muchas veces para que no pueda ocurrir accidente alguno que obstruya o falsifique la prueba, ya que el experimento puede estar falseado tanto si el investigador trató de engañar como si no.
La mecánica es el paraíso de la ciencia matemática, puesto que por medio de ella se llega a los resultados matemáticos.
2. TIEMPO Y ESPACIO
I. LA PROPORCIÓN EXISTE EN TODAS LAS COSAS.
La proporción se encuentra no solamente en los números y medidas, sino también en los sonidos, pesos, tiempos, espacios y cualquier clase de energía que pueda existir.
Definamos el tiempo comparándolo con definiciones geométricas. El punto no tiene parte alguna; una línea es el tránsito de un punto; los puntos son los límites de unas líneas.
Un instante no tiene tiempo alguno; el tiempo está constituido por el movimiento del instante, y los instantes son los límites del tiempo.
Aunque el tiempo se clasifica entre las magnitudes continuas, al ser invisible e inmaterial, no cae enteramente bajo el apartado de la geometría, la cual representa las partes por medio de figuras y cuerpos de variedad infinita, como puede apreciarse en el caso de cosas visibles y materiales, pero las ordena armónicamente basándose sólo en sus primeros principios, a saber, el punto y la línea. El punto, mirado en términos de tiempo, se puede comparar con el instante, y podemos decir que la línea se parece a la duración de una cantidad de tiempo. Y lo mismo que los puntos son el principio y el fin dichas líneas, así los instantes constituyen el principio y el fin de cualquier periodo de tiempo. Y mientras que una línea es divisible hasta el infinito, un periodo de tiempo no se adapta a tal división; y del mismo modo que las divisiones de una línea pueden hacerse con cierta proporción entre sí, así puede hacerse con las partes del tiempo
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